Texto extraído de la revista "Historias y Relatos de México" en su número 19 del 2010 y fue escrito por Edgar Tavares López. Ahí les va:
Después del éxito comercial,
económico y socio cultural que tuvo la llamada Zona Rosa en sus comienzos,
ningún otro espacio de la ciudad capital logró llamar la atención y el interés
de sus habitantes hasta que fue "descubierta" la colonia Condesa hace
casi dos décadas. Jóvenes empresarios, profesionistas, extranjeros,
intelectuales, estudiantes, artistas, turistas, etcétera, disfrutan de un
exquisito desayuno, comida, cena, una taza de alguno de los numeroso
restaurantes, bares, cafeterías establecidos -más bien concentrados- sobre las
calles de Michoacán y Tamaulipas y sus alrededores. Sin embargo, la colonia
Condesa es mucho más que un lugar para comer, es una zona histórica patrimonial
que debemos conocer primero para colaborar en su preservación.
Orígenes
A mediados del siglo XIX, la
antigua Ciudad de México estaba rodeada de ranchos, haciendas, potreros y
tierras de labranza que, al paso del tiempo, serían fraccionados y
lotificados para conformar las primeras colonias o suburbios habitacionales. En
un principio, el Rancho de Santa María dio albergue a Santa María La Ribera; el
Rancho el Cebollón a San Rafael; la hacienda de la Teja, a la colonia
Cuauhtémoc y después en el siglo XX, la hacienda de los Morales, a Polanco; la
hacienda de Portales a Portales Oriente y Sur; el rancho de Nápoles a la
colonia Nápoles. Lo mismo pasó con la colonia Condesa que se asentó sobre los
terrenos que ocupara la hacienda de la Condesa una de las más prósperas,
poseedora de rebaños y sembradíos (maíz y magueyes).
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La Hacienda de la Condesa
Datos históricos nos indican
que esta finca se formó hacia 1620 cuando dos españoles, Diego Sánchez y
Juan Hernández Mellado, adquirieron varios terrenos en las goteras del antiguo
pueblo de Tacubaya. Más tarde en 1646 la esposa de Juan Hernández, doña María
Briceño, vendió los terrenos. Fueron pasando así de dueños hasta que en 1704 la
adquirió en subasta el segundo conde de Miravalle don Pedro Alonso Dávalos
Bracamontes.
El condado de Miravalle se
formó cuando el rey de España Carlos II otorgó el título de conde a don Alonso.
Éste se había casado en México antes, en 1671, a los 26 años con doña María
Catalina Hijar Espinosa de los Monteros Orendaín, matrimonio del cual nació don
Pedro Alonso el segundo conde de Miravalle. Tres años antes de adquirir la
hacienda de Santa Catarina del Arenal (antiguo nombre), Perdo Alonso se casó en
1701 con doña Francisca de Orozco Rivadeneyra y Castilla y juntos procrearon a
Magdalena, tercera condesa de Miravalle, quien a los 19 años se casó con don
Pedro Antonio de Trebuesto y Alvarado, caballero de la Órden de Alántara.
Don Manuel Romero de
Terreros nos proporciona valiosa inforamación sobre la tercera condesa de
Miravalle. Nos dice que fue devota de las musas, especialmente de Euterpe y
Polimmia; que a sus 28 años participó en un concurso literario con motivo de la
canonización de San Juan de la Cruz, donde presentó una lira o composición de
versos en honor del nuevo santo carmelita, y que arrancó aplausos del docto
senado que presidía el certamen. Sus aficiones literarias continuaron, pero sus
escritos nunca llegaron a ver la luz pública. La condesa murió el 14 de abril
de 1777 en su hacienda de San Miguel Puccaro y fue enterrada en el templo de La
Merced, por desgracia derribado en el siglo XIX.
A partir de 1800, la finca
de Tacubaya se la empezó a llamar Hacienda de la Condesa, en honor a Doña
Magdalena. La litografía de Casimiro Castro, Camino de Tacubaya, nos permite
conocer la propiedad que se encontraba al costado oriente de la antigua calzada
rumbo a Tacubaya. Sus habitaciones se distribuían alrededor de un patio
delimitado por sencillas arcadas. Contaba además ocn una capilla de vistosa
cúpula y su patio de labores se comunicaba directamente con la troje situada en
la parte trasra, donde se hallaba una enorme huerta. En 1815, en un documento,
se consigna que la hacienda se encontraba en un pésimo estado y se estima
su reparación en 5 200 pesos.
Los descendientes de la
tercera condesa de Miravalle alquilaron la finca hasta 1827, cuando pasó a ser
adquirida por doña Josefa Arturo de Batres. A partir de entonces, la hacienda
tuvo varios dueños hasta que llegó a manos de don Vicente Escandón, a cuya
muerte se le adjudicó a sus herederos. Poco más tarde la vendieron al Banco
Mutualista y de Ahorro S. A. en un millón 587 mil pesos y éste la cedió a la
compañía fraccionadora Colonia de la Condesa S.A. el 11 de diciembre de 1902.
Los terrenos se fijaron en 578 hectáreas, suficiente para ubicar en ellos -al
paso del tiempo- las colonias Condesa, Hipódromo, Hipódromo Condesa y Roma Sur.
El contrato celebrado para el establecimiento de la colonia Condesa se firmó el 30 de diciembre de 1902, mismo día y año en que fue firmado el de la colonia Roma. Estos dos fraccionamientos hermanos compartieron nomenclatura, obras de desagüe, pozos artesianos, calles y avenidas trazadas paralela y perpendicularmente al acueducto de Chapultepec y calzada de Tacubaya. Desde un inicio, la colonia Condesa tuvo una plaza circular arbolada de 70 metros de radio, a la cual se le nombró Plaza o Jardín Miravalle, en recuerdo de aquella familia que poseyó la hacienda durante 123 años, y que hoy conocemos como Plaza de las Cibeles.
Al recorrer la colonia
Condesa resulta obvio que su objetivo era conformar una zona residencial,
dotada de grandes avenidas arboladas como Tamaulipas, Michoacán, Mazatlán,
Veracruz; y además un hermoso jardín, el Parque España, inaugurado el 21 de
septiembre de 1921 dentro de los festejos señalados para la conmemoración del
Centenario de la Consumación de la Independencia Nacional. En uno de sus
extremos de la calle de Sonora, se encuentra el ahuehuete que sembró el
presidente municipal Herminio Pérez Abreu.
En la última década del
siglo XX, la colonia Condesa experimentó un cambio muy notorio: empezaron a
surgir numerosos restaurantes a la vera de la calle Michoacán, instalados en la
planta baja de los edificios relevantes y adecuando los interiores de las casas
típicas de la zona. Esto dio lugar a que se llamara por un tiempo "La
Fondesa". Con sus mesas y sillas en las banquetas -tipo París- impedían el
tránsito libre y fluido de los peatones, hecho que motivó la intervención de
las autoridades. Comer al "aire libre" resulta agradable, sin duda,
pero los comensales sólo estamos un rato ahí. En cambio, los vecinos tienen que
padecer el tráfico que se forma frente a los restaurantes, los "valet
parking", soportar escándalos trasnochados o música a alto volumen en
altas horas de la noche.
A sus 113 años de existencia, la colonia Condesa debe verse entonces como una zona histórica patrimonial cuyas calles, inmuebles relevantes, jardines, comercios de tradición tienen que conservarse. |